¡MISERERE!

¡Misericordia, oh Dios, oh Dios eterno!
Escucha las palabras de mi boca:
Guarda tu omnipotencia y tu justicia,
Sólo pido hacia mí misericordia.

Eterno, omnipotente y admirable
Te manifiestas en tus obras todas,
Y yo, rüin, para alcanzar clemencia,
No tengo más que mis mundanas obras.

Tú, todopoderoso, eres el centro
A do la creación gravita toda;
Sólo tú permaneces inmutable,
Pues todo el tiempo lo destruye y borra.

Círculo eterno, cuyo centro se halla
En todas partes, siempre, a todas horas,
Y cuya periferia en parte alguna
Jamás puede encontrar la mente ansiosa.

Son los mundos y soles refulgentes
Opacas lentejuelas de tu alfombra,
Y el pasado, el presente y el futuro
Un breve punto a tu presciencia sola.

Al que pretende penetrar tu esencia
Tu poder lo confunde y lo acongoja;
Mas así muestras tu poder eterno,
Abrumando al que intenta ver tu gloria.

Tu ciencia es infinita, y tu justicia
Infinita como ella y portentosa;
Pero yo sólo a tu bondad ocurro:
Busco al Padre no más: óyeme ahora.

Tu airado rostro de mi rostro aparta,
Y así tu oído escuchará mi boca
No te acuerdes, Señor, de mis pecados,
Y de mi alma la impureza borra.

Con un santo temor y temblor santo
Quisiera yo servirte a todas horas,
Y espero tu perdón, porque yo, ingrato,
Al fango me arrojé, do gimo ahora.

Señor, soy débil, me confieso reo,
Nada mi infamia y mi vileza abona;
Pero fui concebido en el pecado,
Y es la mancha de Adán mi herencia odiosa.

¡Apártame del vicio, Dios clemente,
Y tu perdón mi contrición acoja,
Mi contrición que alentarás, que el alma
Es impotente si se encuentra sola!

No son las almas parte de tu esencia,
Pues sólo son tu predilecta obra:
Si tú sombra inmortal tener pudieras,
Nuestras almas tal vez fueran tu sombra.

Mas vuelve ya tu rostro hacia mi rostro:
Ya me oíste, señor, mírame ahora.
¿No me escuchas aún? ¡Virgen María,
Ayúdame a rogar, Madre y Señora!

Pide a mi Redentor, al Hijo tuyo,
Que mi plegaria compasivo acoja.
Me escuchaste, ¿no es cierto, Madre mía?
¡Gracias, que así tendré misericordia!