De la Ausencia

IN MEMORIAN
"NO ESTOY SOLA
NI LO ESTARÉ JAMÁS
ME ACOMPAÑA TU AUSENCIA"
CLARIBEL AREGRÍA

Se herrumbran
se enrarecen estas esquinas
estas paredes
ante tanta ausencia

Ya no se apoya la ansiedad
de una tarde fresca de enero
bajo sus dinteles
sólo juguetean los recuerdos
y la araña infinita del tiempo
en la cal de los aleros
bajo la ira sola
de este sol de fuego

Los demás
los que sobrevivimos
a tantas noches oscuras
amasamos
el mismo vacío
con las mismas palabras
inútiles
como toda belleza
precarias
como tanta muerte

Visión de Helen Keller

"TODA VISIÓN PERTENECE AL ALMA"
HELEN KELLER

Las manos del ciego
acarician paisajes
desandan horizontes del alba
que apenas entrevemos
en la niebla

Esos promontorios sinuosos
vistos por la piel,
ese atlas de los dedos,
esa cartología del alma,
esa ondulación de los sueños como ríos,
más ciertos que estas palabras

Cerremos el poema,
crucemos el puente sin nombrarlo
para que asome el paisaje
y la luz del ciego
entre sus manos
sea la luz del cielo
y nos anegue

Abuelos

Los árboles cabecean
en la siesta
colgada del medio día
agitado por los duendes
del viento
en el parque central
el lugar de todos los días
olorosos a orines
del siglo diecinueve.

Mi rostro,
esos ojos escindidos
a la terquedad de otro
tiempo

Viento de siempre
duendes de entonces
a los que descubro
borrando mi imagen
de un preexistente espejo

Tormenta del desierto

Soy el silencio que vive
detrás de la música sagrada

La noche que desciende
sobre la calcinada arena

La luna que pinta la vida
con palidez de hospicio

He visto más cerca el cielo
al más armado
y a un pueblo antiguo
como las dunas
inclinarse
y besar las huellas móviles
sobre la arena del tiempo

Yo soy los pies de esa sombra

Soy el animal acorralado
que va al encuentro
de la flecha que lo asedia

Avizoro mi locura
en la vuelta a casa y al orden de estos tiempos

Todo es mío
pues me acecha desde siempre:
la promesa hecha de Abraham,
la profecía agonizando en el madero,
y este abismo
entre el ayer y el ahora
que cruzo con los signos
que me fueron dados:
un altar,
el juego venido del cielo,
la media luna de este crepúsculo
y una estrella errante
puesta sobre un saco andrajoso

Soy el miedo de estos días
recojo el gesto de la victoria
con manos agonizantes
sobre los escombros de la historia

Soy el silencio que sobrevive
a la música sagrada
a la noche que desciende
sobre esta bestia desatada

Escorzo de nieve

Un hombre
arrastra sobre la nieve
la leña
que le es dado atesorar
los demás le imitan
y almacenan bajo los aleros
todo el temor
que les provoca
el crudo invierno...

Sus puertas se cierran
dando la espalda
a las blancas montañas

Sólo él
sale de su casa
con paso decidido,
caballete en mano
a pintar
el último escorzo de la nieve
sobre la más alta rama del ciprés

Anónimo Egipto

Soy un pintor
del alto Egipto

La reina Taia
ha querido permanecer grabada
en la noche de los tiempos
bajo el claroscuro
de mi pincel anónimo

Muchos siglos
la conocerán

Sólo mi nombre
en la base inferior derecha
del retrato de la reina Taia
permite eternizarme
en la oscuridad
del reino de los hombres

A Juan González Londoño, en el corazón

La tierra te ama
como a un árbol
un ciervo y un león
-los de la profecía-
pastan juntos en tu memoria
y recorren tu carne risueña
tu sangre digna

Por ti el agua es plural
y la sombra te aureola
como un nudo a un ahorcado
tus días son contundentes
como una cicatriz
en el rostro de un ángel

Tu ojo avizor
nos descifra el paraíso
en el perfil desnudo de una manzana
de tus naturalezas vivas
o resbalando hacia el infinito
en el magenta azulado
de tus premoniciones marinas

Tu memoria
Juan González Londoño
nos reinserta
-inequivocamente-
en la tierra

Como acción de gracias
rompo con fruición, con regocijo,
uno a uno
todos los barrotes de mi ventana.

Mástil Contra el Olvido

Por: Juan del Tambo (seudónimo)
(Poema ganador del concurso Eduardo Carranza Sopó - Cundinamarca 2006)

El aleteo infatigable de tus pies.
Y tus dedos que van y vienen. Sobre la arena de un libro de Borges.
El rumuroso manantial de tus tobillos
Tus rodillas habitadas por escaleras secretas
El mineral envés de tus huesos.
Las columnas de tus piernas de reloj de arena
Que guardan el arcano de los tiempos.
Tus caderas donde bebo y escucho mis mares interiores.
Tus nalgas de ánfora elaborada por un alfarero alucinado.
Tu espalda donde discurren ríos inmemoriales
Que incendian los valles.
La cicatriz de tu costado que te emparenta con las galaxias.
El cauce al infinito de tu sexo.
El tórrido triángulo de tu pubis y la sombra de tu vello
Donde abreva un hábito tan antiguo como las estrellas.
Tu vientre que alumbra todas las edades del hombre.
El santo grial de tu ombligo.
La luna doble de tus senos donde prodigo la fatiga de mis noches.
La sinuosa línea de tu cuello que embriagó a Modigliani.
Tu axilar sorpresa de ave fénix.
El llamado remoto de tus muñecas
El agua fresca del árbol de tus manos.
Tus dedos que con un gesto desatan las cadenas
Y le ponen alas a lo no nombrado.
Tus uñas escribiendo en las paredes de Altamira.
Los pájaros augures de tu boca.
La roja ascensión al cielo de tu lengua.
Tus dientes que desnudan las auroras Y le dan rostro a la medianoche.
Los ríos profundos de tus ojos.
Tu mirada vadeando el agua de Heráclito
El enamorado vuelo de tus pestañas.
Tu cabellera donde rumorea una deidad dormida.
La vertical música de tus aromas.
La exactitud de rocío de tus flujos.
El centro de gravedad de tus dudas
Que alientan el horizonte de los días.
El oscilante anidar de tu cerebro.
Los sutiles promontorios de tus sueños.
Pachamama y yo, esperando tu nacimiento
Y tú, adentro, construyéndote por ángeles
Sin sueños
Invitándome a poseer la tierra.