Shangó

Por Henry Posada

Para Carlos Mario Londoño.

Uds. se preguntaran por qué me gusta tanto el fútbol, vengan a mi pieza y tendrán la respuesta. Hay afiches de mis equipos favoritos, está el Atlético Nacional con Raúl Navarro en los tres palos, Oscar Cáliz, la chancha Fernández, el tucumano Cruz entre otros, también la selección teutona con su mítico capitán Franz Beckenbauer, el invencible equipo del “jogo” bonito, la del verde “amarela”, la “canarihna”, con el rey Pelé, Jahirzinho, Tostao, Sócrates, Rivelino, que enloqueció al respetable en el mundial del 70 en México, hay álbumes que llené pacientemente con el entusiasmo que siempre despierta un mundial, es un pequeño museo del fútbol mi pieza, les hablo de la casa materna donde crecí pensando, comiendo, jugando fútbol, recuerdo cómo ponía cuidadosamente mi uniforme de La Estrella Roja, o Real celeste o Peñarol los equipos en los que milité en mi lejana adolescencia, a un lado de mi cama y brillaba mis guayos con betún negro, era el ritual de todos los viernes, al día siguiente el duelo era en la cancha de los jesuitas o la del Liceo o en los Salesianos. Esperaba con ansiedad que llegara el sábado. Fue en una tarde espléndida en la cancha de los jesuitas, que marqué aquel inolvidable gol. Jugaba con Estrella Roja, Jorge Eliécer, el burro me puso la pecosa casi con displicencia, yo corría por la banda izquierda sobre la blanca raya del mediocampo, siempre he sido extremo izquierdo, la recibí vi en la panorámica que Carlos Román el cancerbero, estaba un poco salido y con la fuerza de mis casi 16 años, saqué un misilazo a lo Pastoriza, el balón atravesó el campo y dió un gracioso giro como de bumerang, el arquero pensó que salía, y entró rotundo por la escuadra derecha de la portería, quienes veían el duelo aplaudieron de pie aquella joya. Por esos días un señor petiso, Gustavo, a quien apodaban Minuto, que lideraba un equipo de mayores llamado Conductores quiso alinearme en su onceno pero la edad impidió el fichaje, deduzcan Uds., las calidades que exhibía. Fueron aquellos tiempos maravillosos, llegaba del colegio tiraba mi maleta en la sala de mi casa y salía para cualquiera de los descampados del pueblo a encontrarme con mis amigos del barrio, Tirudo, Tabaco, Melenas, Papo, El Zarco, El Reo a jugar un picao donde sacábamos toda la artillería, que duraba hasta cuando agonizaba la tarde y las montañas como sombras se levantaban en el horizonte. ¿cómo olvidar aquellas interminables tardes tecniquiando con mis amigos, tirando paredes, ensayando palomitas, medias voleas, chilenas, rabonas, tacos, caños, gambetas, vaselinas, todo el manual que le da al fútbol la categoría de experiencia estético audiovisual?, si hasta en la tienda de Don Joaco, donde íbamos después a refrescarnos con una gaseosa bien helada, seguíamos exponiendo nuestro manifiesto estético del deporte pasión de multitudes, cómo hacer un gol olímpico, cómo chutar con chanfle, lo fundamental que era el fair play durante un partido…todo aquello en lo que creíamos con devoción y convicción. Si el descampado conocido como la Feria hablara, allí hubo picados memorables, lástima, no hay registros de nada!. En aquella época teníamos una selección inolvidable en nuestro pueblo, iba todos los domingos a la cancha del Liceo a mirar tremendos partidos, Calocho, La Onza, Betancur, Tato…le arrancaban aplausos a los aficionados.

Mi carrera como futbolista fue meteórica, Uds., lo saben, rápidamente pasé a las divisiones inferiores del Atlético Nacional, ahora pienso que mi madre, que es bastante supersticiosa tuvo que ver en mis triunfos, cuando vio que empezaron a fijarse en mí, me bañaba en caléndula, preparaba sus famosos riegos a base de ruda y otras yerbas y perfumes e iba, mientras soplaba un incensario con un sahumerio especial que sólo ella sabía preparar y esparcía un aroma a resinas y madera y mirra, recitando una oración casi como un susurro, nunca supe qué decía, ni me atreví a mirar su librito amarillento de jaculatorias que guardaba celosa en la alacena de la cocina, nunca me atreví a preguntarle nada, la dejaba hacer en silencio. Otras veces se iba al patio de atrás y volvía a rezar sus oraciones y fumaba un tabaco y escupía, al rato venía y me interpretaba los signos que se dibujaban en la torre de ceniza. Hay un hombre alto y blanco que va a cambiar su destino, mijo. y veo un viaje largo…mmm…un hombre de color, está hablando muy mal de Ud., debe cuidarse de él. ¿ Tiene algún amigo negro, mijo, en el equipo?. Su mirada era penetrante y su voz convincente, siempre me produjeron miedo sus prácticas non sanctas, como las llamaba Gonzalo, el profesor de Religión, cuando nos hablaba de las brujas. No sé si todo lo que ella hizo, fue lo que finalmente me llevó a Barcelona, esa ciudad que veía en mi libro de Geografía, pero sé que tuvo mucho que ver, aún tengo éste talismán que me dio antes de viajar. Con esto, mijo, estará protegido de malas energías, no deje que nadie lo toque. Era una pequeña pirámide de cuarzo. No la pierdas, me recomendó. Creo fue en el barrio Gótico de Barcelona donde una noche de juerga, lo perdí, siempre lo llevé colgado al cuello y a ello atribuyo parte de las desdichas acaecidas en aquella ciudad, ya sabrán qué ocurrió.

Una tarde gloriosa en el Atanasio Girardot, ya estaba en la titular de mi equipo del alma, había pasado de las inferiores a hacer parte de la nómina del plantel de la primera división, gracias a un señor argentino, que era el técnico y había ido cualquier día a ver jugar los canteranos, nunca olvidaré su nombre, Osvaldo Zubeldía, vio mis fintas, mis cualidades como extremo izquierdo y no dudó en promoverme. Aquella tarde les decía, estaba a reventar el estadio, Raúl Navarro el mítico guardavallas argentino, me hizo una carantoña y me dijo: pibe, ésta es tu tarde…comete el mundo!. Alguien había dicho que había gente importante del club Barcelona y esa tarde querían mirar posibles contrataciones. Sabía que Zubeldía me pondría en la titular, besé el amuleto de mi madre y salí en medio del fragor trepidante de los hinchas que agitaban sus trapos verdes y lanzaban serpentinas y papelito picado verde, el rival era nada menos quién sería campeón ese año de 1977 con jugadores de exquisito fútbol como Juan Ramón “bruja” Verón, Eduardo Solari, Julio Comesaña, el gran Junior de Barranquilla. esa inolvidable tarde, me poseyó el espíritu de Manuel Francisco Dos Santos, a quien llamaban la alegría del pueblo, Uds., estarán recordando al mítico puntero derecho de la selección verde- amarela, nacido en Pau Grande, que debutó en el Botafogo, apodado garrincha, como ese pájaro veloz y feo de las selvas de Mato Grosso. Hice de todo, enloquecí la tribuna con mis regates y amagues endemoniados, el primer gol que marqué fue en el minuto 43 del primer tiempo, el alemán Moncada despejó el área, la recibí de pecho, la bajé y se la puse cortica a Eduardo Retat y corrí por la banda izquierda, ya tenía encima al gladiador Dulio Miranda, le hice un caño, que provocó una larga exclamación del respetable, habían tres defensas que se cerraron cuando avanzaba, miré y vi a Jorge Olmedo, que levantaba la mano derecha, amagué para centrar e hice una finta que dejó a Berdugo y Bolaño estáticos, como paralizados, sentí vértigo, siempre me pasa cuando estoy en el área contraria, vi que Delménico salía como una tromba de los tres palos y ocurrió algo que aún no puedo explicarme, chuté lo que los brasileños llaman una folha seca, el invento de Waldir Pereira, Didí, al que llamaban el príncipe etíope, el balón hizo como que salía, no alcancé a verlo porque Delménico como una podadora arrasó conmigo, me dijeron en el camerino lo increíble que fué ver el efecto envenenado del balón que cayó como una paloma muerta en la escuadra izquierda de la portería. Recordé mi gol de adolescencia en la cancha de los jesuitas con La Estrella Roja. Con ese único gol ganamos y entre canticos de los hinchas salí aplaudido. Vilarete y Maturana me abrazaron. Se nos creció Cardona, dijeron casi al unísono.

Salí catapultado a Europa, el fichaje fue inmediato. mi madre tiene un álbum con recortes de prensa y fotos de aquél entonces, los noticieros hablaron de mi futuro, en el barrio era el héroe, ni para para que les cuento los agasajos, el alcalde me condecoró con la medalla del Capiro ( símbolo de la comunidad) en la orden de comendador, la máxima distinción que recibía un ciudadano del pueblo, hubo lágrimas, consejas, más talismanes protectores y hasta flores en el aeropuerto, nadie pudo prever lo me ocurriría, ni siquiera mi madre que miraba al cielo buscando leer en sus inescrutables designios la suerte de su hijo. Dios me lo guarde, mijo y con su puño cerrado me entregó algo: “para que llegue sano y salvo”.

Barcelona, era deslumbrante, La Rambla, que solía recorrer recién llegado donde me paraba a mirar los mimos y a Lelo, un viejito bandoneonista argentino con quien trabé amistad, ya saben Uds., lo mucho que me gusta el tango, La sagrada familia, ese monumento que me dijo mi novia catalana, Susana, que era muy culta, había sido construida por un señor Gaudí, ya les hablaré de esos lugares y de mis andanzas por el barrio Gótico, donde conocí a Zelenka, un músico africano que fue mi guía y dealer cuando necesité de paliativos para el alma. ¿ se imaginan Uds., cuando pise un domingo el gramado del Camp Nou, nuestra sede en Barcelona con las graderías repletas de culés?.

Me instalaron en un apartamentito de dos plantas con cocina, terraza, tres habitaciones, justo al lado de los campos de entrenamiento, estarían conmigo tres jugadores más del club a quienes aprendería a querer por su calidez y trato franco, el húngaro nacionalizado español, Ladislao Kubala, talentosísimo con la pelota, Guillermo Amor, alicantino, el técnico que era nada menos que el holandés Johan Cruyff, lo tenía en la posición de pivote por delante de la defensa, organizando el juego, y mi tercer compañero de convivencia era para mi sorpresa nacido en Recife, Vitor Borba Ferreira, a quien veía en la vieja TV de mi casa en blanco y negro, Rivaldo! Y era la media punta ofensiva. Esa noche no dormí, estaba realmente emocionado y temeroso de decepcionarlos.

Estaba finalizando la pretemporada y todos hablaban de la Eurocopa, había mucha expectativa, como es natural a los 19 años, hay ímpetus y unas ganas enormes de comerse el mundo, yo venía de marcar una media de once goles por temporada, en mi país, me tenía confianza y en F.C. Barcelona no podía arrugarme. Me gastaba una fortuna en llamadas a mi casa, pasaba todo el barrio, querían saber de mi nueva vida en Europa. Al principio les confieso me agarró la depresión, era Rivaldo, quien me invitaba a salir y nos íbamos al Barrio Gótico, a tomar caiphirina, en un bar llamado Candomblé, su dueño un negro brasileño apodado Maní, admiraba a Rivaldo, fue allí donde aprendí a querer un ritmo llamado Bossa nova, el negro ponía discos de Tom Jobim , Joao Gilberto, Elizete Cardoso y Rivaldo reía y pedía más caiphirinas, hasta embriagarnos. Con esa musicalidad con que hablan los brasileños me decía que tranquilo que pronto conocería a la chica de Ipanema y entonces todo sería de otro color. ¿Cuál chica de Ipanema? le preguntaba intrigado y él soltaba una sonora carcajada, pocas veces lo vi reírse así en los entrenamientos, con los otros compañeros se mostraba tímido, de pocas palabras.

La vida discurría sin sobresaltos, en el apto., solíamos conversar a veces hasta altas horas de la noche, Rivaldo ponía su bella música brasileña y nos contaba del Carnaval de Río, de las favelas y su miseria, pocas veces hablaba de su familia, se mostraba reservado cuando Guillermo Amor, le preguntaba por sus hermanos; Laszy que así llamábamos al húngaro, era un poco retraído, parecía según nos dijeron que la guerra había dejado una profunda huella en él. Con Rivaldo seguimos visitando el barrio Gótico y fue allí en El candomblé donde una noche conocí a Susana, me sedujo su pelo negro y su risa melancólica, era muy culta, fue ella la que me leyó poemas de un poeta que le gustaba mucho, brasileño, Vinicius de Moraes, por eso iba al Candomblé, a oír sus canciones y por eso, gracias a esa música triste la conocí; iba a los entrenamientos y estuvo aquella inolvidable tarde cuando nos enfrentamos al Manchester United y ganamos con un gol mío y otro de Rivaldo, la locura ese domingo en el Camp Nou, cuando me escabullí por la banda izquierda eludí dos gladiadores, Pallister e Irwin, amagando por el medio de ellos y puse un centro, vi cómo Rivaldo se levantaba entre la cerrada defensa inglesa y con una soberbia chilena la puso en la escuadra izquierda de la portería, Keane nunca pudo llegar hasta ese ángulo. El mío lo vieron Uds., por la TV, pasó como un fogonazo desde los treinta metros, dejando el guardameta estático.

Esa noche me llevé a Susana al apartamento con la complicidad de mis amigos. Verla desnuda tendida en la cama me excitó aún más, la besé y nos entregamos sin reticencias al dulce ejercicio del amor. Las invitaciones habrían de multiplicarse sin resistencia alguna de ella. Recuerdo especialmente esos encuentros, pues a partir de ahí fue que empezó a ocurrir lo inexplicable, tanto que llegué a atribuírselo a ellos. Necesitábamos ganar la Eurocopa y prepararnos para la copa del rey y la liga de campeones, mi rendimiento en el club disminuyó notablemente, padecía una anticipada fatiga siempre que veía un balón, me sobrevenían mareos en pleno entrenamiento, Johan Cruyff, nuestro técnico me miraba preocupado por mi palidez. ¿ qué le pasa Cardona ?, hoy está mustio y descolorido, y hablaba con el médico Ferguson, quién con cierta inquietud dibujada en el rostro me decía al oído para que no lo oyeran, lo espero en el consultorio. Hubo exámenes exhaustivos que a juzgar por la expresión del doctor no arrojaban ningún resultado. Mi preocupación aumentó cuando mi apetito sexual, lo que llamábamos entre risas con Susana, la gimnasia sexual, cesó de golpe. Llamé alarmado a mi madre a Colombia y me confundí más cuando oí su voz convincente, es un maleficio, mijo. ¡¿ Pero cómo mamá?! , quién iba a interesarse en joderme ?, si estaba rodeado de gente que me apreciaba. Donde menos cree Ud., mijo está el envidioso que calladito quiere sacarlo del camino. ¿Sabe que, mijo?, busque un rezandero, alguien que sepa, pa´ que lo ayude. Fue cuando se le rompió la voz y estalló en llanto. Tranquilícese madre, que esto es pasajero. Le pedí que dejara de llorar y mejor orara para que todo volviera a ser como antes.

Había conocido a Zelenka, el músico del que les hablé en el bar Candomblé, le conté lo que me pasaba y me dijo que conocía a Shangó ahí mismo en el barrio Gótico, es cubano, me dijo y él puede ayudarte. ¿ De dónde le conoces ?, le pregunté. -mi hermana, Wicca, estaba salada, todo a su alrededor se secaba, nada daba frutos, una suerte de encantamiento la tenía atrapada y él, Shangó, el brujo más poderoso de Barcelona le restableció todo lo que había perdido y la liberó, me dijo mientras saboreaba un mojito. Sentí un ligero temor que se convirtió con el transcurrir de las horas en miedo. Mi conocimiento de esos poderes ocultos llegaba hasta los riegos de ruda, baños de caléndula y los rituales que ya Uds., conocen hacía mi mamá; supe cuando iba de vacaciones a Santiago de Cali que hasta mi tía, Blanca, consultaba una señora que decía sabía mucho de todo eso y le leía las cartas y le hablaba de fenómenos paranormales, ovnis y creo haberle oído decir que consultaban hasta la tabla ouija, el problema era pues de familia, no tenía otra opción.

El asunto se iba complicando, en el club el asistente de Cruyff, Dirk Afellay, me habló de la cláusula de rescisión e insistió que debía consultar con uno de los abogados del club. Esa noche atravesé nervioso la avenida Gaudí alfombrada de hojas, era otoño y los árboles desnudos parecían fantasmas, busqué instintivamente el barrio Gótico en el casco histórico de la ciudad y caminé a grandes trancos por sus estrechas y adoquinadas calles buscando El Candomblé donde me esperaba Zelenka, quien me llevaría donde el brujo. Lo encontré como siempre saboreando un mojito, esa noche sonaba un tema que nunca olvido de Héctor Lavoe, El día de mi suerte, Maní le brindaba un tributo al cantante boricua, sentí como una premonición oyendo su letra. A unos diez minutos de allí vivía y tenía su consultorio Shangó. Zelenka golpeó dos veces el aldabón de hierro macizo sobre la puerta grande de madera, que tenía un postigo, al rato éste se abrió y una voz recia y pausada preguntó: ¿ quién me necesita?. Soy yo, Zelenka, vengo con Cardona, el colombiano. ¡Ah!, exclamó el médico brujo y se oyó cuando descorrió la tranca y en el umbral un hombre negro y calvo de por lo menos dos metros y doscientos kilos luciendo una túnica de la comunidad Lucumí, lo supe después, nos invitó a pasar. Sentí un olor a especias en toda la estancia que permanecía en penumbra, iluminada apenas por cirios inmensos que ardían en la parte inferior de los altares donde erguidos vigilaban dioses africanos de la religión Yoruba, a la que pertenecía el brujo, amigo de Zelenka. No me atreví a preguntar nada atemorizado como estaba y ya era demasiado tarde para arrepentirme. Ud., Zelenka, espérenos aquí. Sígame señor, por favor. Me dejé conducir mansamente por un jardín interior done había un aljibe y al llegar a un pequeño salón ovalado, me pidió que me descalzara. Penetramos en el recinto y nos sentamos en su piso de madera dentro de un círculo de trece velas blancas, las conté bien. Él las encendió una a una y con su voz recia y pausada dijo que sabía lo que me sucedía, Zelenka, le había contado de mi súbita apatía por lo que más amaba: el fútbol. Alguien que frecuenta su casa, allá en Colombia, una mujer, le tiene en ese estado de encantamiento, de despersonalización, movida tal vez por envidia u otro interés que aún no logro ver con claridad, lo tiene atrapado, ha ido tomando posesión de Ud., poco a poco. Éste embrujo es lo que impide que sea el crack que fue, es el culpable de su desánimo, su depresión, su ansiedad. Ella está ejerciendo desde hace un par de semanas plenos poderes sobre Ud., veo en su naturaleza que es Ud., bastante sugestionable, ¿ no es así, señor Cardona ?. Ella lo somete, subyuga, es como una boa, trata de zafarse y está más atrapado. Tranquilo, yo, Shangó, voy a neutralizarla y restituiré sus facultades…prometo que volverá a ser el diez del Barcelona, también a mí me gusta el fútbol. Y lo vi reír, era idéntico al Buda negro que mi madre tiene en la sala y al que le rasca su enorme barriga cuando necesita que le conceda un favor. La próxima semana tendremos luna llena, lo que favorece nuestros propósitos. Trate de recordar algún rostro familiar que le haya entregado un regalo, un objeto. Sólo tenía una pequeña pirámide de cuarzo, le dije, un talismán que me dio mi mamá para protegerme y lo perdí, no supe dónde. Salimos al encuentro de Zelenka y nos despedimos, no sin antes prometerle para nuestra próxima visita una botella de ron Habana club, que era el que le gustaba. de regreso el africano armó un porro e insistió en que le diera un plonazo, te va a distensionar, lo necesitas. le di una calada y Zelenka cantó a Bod Marley, el Rey de los rastafaris, dijo mientras regresábamos al Candomblé.

Al día siguiente lunes abrí el periódico y vi alarmado que nos hundíamos en la tabla. En el club, todo eran chismes, que probablemente habrían nuevos fichajes, que la línea medular del equipo, Kubala, Rexach y Amor, iba a cambiar; que Rivaldo quería irse para El Real Madrid, que cambiarían los contratos a raíz de lo que me ocurría, que Cruyff, montaba en cólera por cualquier nimiedad. Para mi consuelo estaba, Susana, que con su dulzura e incondicionalidad me daba ánimos, a pesar de que no hacíamos el amor, ella sabía que la quería. También Kubala y Amor, en las noches en el apartamento se acercaban interesados en saber si iba mejorando y Laszy, que nunca hablaba de su infancia empezó a contarme historias de la guerra y Rivaldo ponía música de su país, a un tal Chico Buarque, María Bethania, Toquinho, si esta música no te devuelve la alegría, decía, renuncio al fútbol y servía caipirinhas, moviéndose a ritmo de samba.

La luna brillaba amarilla como en las películas de vampiros que vi en mi adolescencia con mis primos de Palmira en el teatro Rienzi, siempre me estremecía cuando Cristopher Lee, interpretando al conde de Transilvania mordía el cuello de sus víctimas. Rivaldo, insistió en acompañarme a la sesión con Shangó. muito obrigado, me dijo cuando accedí a que me acompañara, aunque era yo, quien debía darle las gracias. quería mientras pudiera ocultárselo a Susana, quién ignoraba el lío en el que estaba metido. Esa noche cuando entramos a la casa del brujo sonaba una música rara para mí, con tambores y flautas y coros. es de Costa de Marfil, dijo Rivaldo, la reconozco por que estuve unas vacaciones allí. Shangó, le pidió a mi amigo que esperara, como había hecho con Zelenka y volvimos a atravesar el jardín con el aljibe. Nos sentamos en el círculo de las trece velas que encendió una a una, vi que tenía dispuestos sobre el piso un espejo redondo, una copa de cristal antigua, una daga con empuñadura en oro y forma de león y un mortero de madera para mezclar algo, yerbas supuse y me inquietó ver un portarretratos con tapa. en una mesa pequeña alcancé a ver frascos de vidrio guardando plantas, alas de mariposas, piedras de colores, musgo. sentí miedo de verdad. Procedió a hacerse una escisión en la muñeca izquierda con la daga, mientras sostenía la copa de cristal con su mano derecha, me pidió hiciera lo mismo, vio el pavor dibujado en mi rostro cuando alargue mi mano temblorosa. Es necesario hacerlo. dijo con una voz gutural que hacía la atmósfera más opresiva. Cuando sostenía la daga con dificultad, creo me desvanecí. Desperté en el apartamento rodeado de mis tres amigos que miraban expectantes. suspiraron aliviados casi al unísono. creímos que no ibas a despertar, dijo Guillermo Amor, haciéndome una carantoña. No quiero volver por allá les dije un poco agitado. en ese momento sonó el timbre, es el domicilio dijo Kubala, pedimos Paella con un Rutini Sauvignon Blanc, ya verás lo exquisito, agregó, Rivaldo, mientras me tendía su mano para ayudarme a incorporarme. Comimos y sentí la verdadera solidaridad. al rato llamó Susana, ¿ dónde estuviste todo el día?, preguntó, ya sabes le dije, hoy es más exigente el entrenamiento y me habló de sus ya próximas vacaciones de la Universidad, estudiaba artes plásticas y preguntó que a dónde me gustaría que nos fuéramos, a Costa de Marfil le dije, recordando la música que habíamos oído donde Shangó. te mando muchos besos me dijo y colgó. ya les había recomendado a mis amigos que no fueran a contarle nada de lo que pasaba.

Esa noche soñé que llegaba donde el brujo y cuando nos disponíamos al ritual, mire su cara y era la de mi madre, en una mano sostenía la daga y en la otra su librito amarillento de jaculatorias, miraba horrorizado en lo que se había transformado, no podía moverme por más que quisiera. su voz venía como de una montaña donde se desata una tormenta. me alcanzó un espejo y con su dedo índice señalándome me impelía a mirarme. miré y no pude reprimir un alarido, mi rostro ahora era el de Shangó. ¡mamá!, ¡mamá!, gritaba y ella empuñaba la daga y como si me desdoblara en el sueño, yo ,contemplaba mi propio degollamiento a manos de mi madre. desperté sobresaltado y tembloroso.

Al día siguiente lo primero que se me ocurrió fue llamar a mi mamá, no le iba a contar el sueño, quería saber cómo estaban todos. La oí muy preocupada, dijo estar mortificada por todo lo que decía la prensa deportiva acerca de mí, en grandes titulares hablaban de que había resultado ser un fraude. que estaban avergonzados de lo mal que representaba el fútbol nacional. decían ligerezas también en la radio y t.v., siempre ha sido así, mamá, le dije, son demasiado superficiales en sus apreciaciones y ya sabes que un día estás en los altares y al otro en los mismos infiernos. sufro mucho, mijo, me dijo y rompió en llanto. Preferí no hablarle de mis consultas con el brujo para evitar preocuparla más, debía ocultarles a las dos mujeres más importantes en mi vida lo que pasaba. entonces yo tenía veinte años y no podía creer que todo acabara ahí, me partía el corazón oír a mi mamá.

Regresé esa misma noche donde Shangó, el dolor de mi mamá, me empujó a hacerlo, me abrió un muchacho negro de unos doce años alto y delgadísimo, pelado al coco como dicen en mi tierra, es decir sin un solo pelo, era cómico ver el contraste con el brujo. Éste me recibió en el saloncito oval, lo encontré macerando plantas en el mortero de madera. Así que decidió regresar, me dijo sardónico, creí que se me moría la otra noche, agregó mientras seguía concentrado en su actividad. necesito que me saqué como sea de éste problema le dije y discúlpeme, pero no estaba preparado. está bien siéntese. Y empezamos de nuevo. Procedió a hacerse la escisión con la daga mientras rezaba en voz alta: “ por los poderes de la tierra, por la presencia del fuego, por la inspiración del aire, por las virtudes del agua, invoco y conjuro…”, mezcló su sangre y la mía en la copa de cristal y la cubrió con un mantel negro que tenía dibujos esotéricos, como el triángulo de cuarzo que me dio mi mamá y otras formas, luego cerró sus ojos y puso sus manazas en mi cabeza previamente humedecidas con aceites que liberaban penetrantes olores a resinas, palo santo, almíbar, recordé los que usan en Colombia, desatrancadera, las siete esencias que le vi muchas veces a mi mamá usar para purificar la casa de malas energías, esas fragancias que me eran tan familiares las sentí esparcidas por todo el salón, eucalipto, pino, almizcle, jazmín, canela, benjuí, clavel, lavanda, azahar. el brujo me ungía con sus esencias y yo en nombre del fútbol le dejaba hacer, tenía que volver a poner a vibrar la hinchada culé. esa noche, saliendo de la casa de Shangó, expeliendo fragancias exóticas y cargando varios frascos con brebajes de distinta naturaleza y miles de recomendaciones del médico-brujo, sentí que estaba perdiendo los frágiles hilos que gobernaban mi vida.

Al llegar al apartamento, encontré a Rivaldo, quien me entregó preocupado un sobre del club, lo abrí inmediatamente y leí lo que era un ultimátum o recuperaba mi ritmo o daban por cancelado el contrato con lo que ya me había dicho el abogado del club, acarreaba. ¿ es definitivo ?, me preguntó compungido, Rivaldo. no, todavía hay una oportunidad, le contesté.

Seguí con devoción todo lo que dijo, Shangó, debía hacer para armonizarme de nuevo, y tal vez fue mi alta sugestionabilidad pero les juro que empezó mi recuperación. Recuerdo que habían pasado un par de semanas cuando me llamó, Cruyff, para decirme que estaría en la alineación del equipo para el partido con Milán, era definitivo. Ese tarde estaba el Camp Nou, a reventar, pitaba el colegiado vasco, Guruceta, todavía conservo la fotografía donde estamos abrazados, Ladislao Kubala, Guillermo Amor, Rivaldo y yo, celebrando el segundo gol que marqué desde una distancia de más de veinte metros, había recibido un centro de Kubala, quien había limpiado el camino y miró mi posición y chutó y sin dejar que el balón cayera, empalmé un misilazo que dejó al portero paralizado. Los noticieros de ése entonces abrieron sus informes con mis goles diciendo que yo era el torpedo de Suramérica, hubo elogios en todos los diarios deportivos. Ganamos la Eurocopa , la liga de campeones, la copa del Rey, todo!, a mis hijos suelo contarles las hazañas. En la sala de mi casa está ampliada la fotografía de aquella tarde memorable, abrazado con Susana, con quien me casé, la contemplo. En éstas navidades del 2010, todavía cuando veo el librito amarillento de jaculatorias de mi madre que conservo como un talismán y los frascos donde el brujo Shangó puso todo su talento para liberarme del encantamiento, me dan ganas de llorar.

DE LOS MOTORES INVISIBLES

Aunque nunca nadie
les ha enseñado
el arte de la soledad
ellos
han tenido que aprenderlo
solos
cuanto más avanzan
tanto
más se hunden
cualquier camino se vuelve lodazal
en sus universos
todo lo que se mueve
es tiempo
-da lo mismo
sus mentes
nunca se desvían
hablan en exceso, pletóricamente
como si estuviesen seguros
luego
cuando han dejado dispersas
todas sus bombas
no les queda más
que sentarse a escuchar el silencio
ahora
que son los únicos en todo el mundo
que saben donde están
y pueden darse por perdidos
hechos otra vez
motores invisibles
que nos tienen divagando
por días y noches
y días
con la total certeza
que estallarán
y estallaremos.
Ya,
pero todavía no.

Mayo de 2008

OFICIOS SEXUALES II

el dolor que nos obliga
porque nos da, además, placer
nos demuestra que la agobiante tarea
de tener los ojos bien abiertos
aunque trágica y un poco dolorosa
es placentera

febrero 10 de 2008

CRUCES EN EL CAMINO

se sabe sin saber que se sabe
el barro es pegajoso y amarra

A los lados de la carretera
hay cruces con sus maderas
hechas musgos

viendo el camino
que otros hombres
no pudieron recorrer

De algún modo se imagina
-se trata de imaginar-

Materializar aquellos hombres
aferrados al último sitio

que sus ojos vieron
antes de ponerse turbios
como el barro

Sitios que señalan
la inmediatez de la muerte

por momentos
los que van a pie
colocan piedras en las cruces

es la costumbre
casi todos tiran una
creando un montículo de piedras

que trata de tapar
lo que hizo vaciar la vida

enero 21 de 2008

METAFÍSICA

entonces
la vida toda entera
no es más
que una larga noche
julio 4 de 2007

JUNIO Y SUS ESPEJOS BRILLANTES

a Ricardo y Daniel Pulgarín
la ladera se empina
Se hace la difícil
la de conmigo no es

recorremos el místico lugar
donde siempre nos reunimos
Nosotros los Otros

los que son iguales a ustedes en apariencia
En apariencia solamente
llevamos bisutería
y otros bártulos comprados en las tiendas del viejo pueblo

Para ofrendarlos
a cambio recogemos hojas de anís y de sándalo
Las saboreamos

Nos embriagamos
- cómo me embriago en tu piel-
la piel estremecida
con aroma de agua de rosas
con frescor y lozanía
con el vigor de tu sexo esponjoso
al sentarnos reconocemos la entelequia
tratamos de entenderla
Parece imposible

entonamos cánticos y letanías en tu nombre
te saludamos: Bonjour Mademoiselle
Tú no respondes, pero sabemos que ahí estás
Ofreciéndonos tus paisajes:
pinturas que has formado con el tiempo
y los colores de las nubes

del valle de La Ceja del Tambo
deseo abarcarte con mi abrazo
Eres inmensa

para eso te imagino con la forma de mi amada de carne y hueso
Tú mi otra amada de tierra y agua
y te abrazo y te digo cuánto te amo
como amo a mi otra amada

Pero no seas celosa
son partes del Amor que no soy capaz de descubrir

pero expreso en este verso
ya nos preparamos para la hora del nirvana
nos revelarás el secreto que este mes has querido transmitirnos:
en un principio los tallos del Árbol de Pino
dejaban pasar el brillo de los primeros soles
de Junio
- es el tiempo en el que se puede ver el Sol
igual al visto por Odiseo el Héroe

en busca de su Ítaca interior
y admiramos uno por uno los tallos del Pino
con sus formaciones
luego miramos todo el conjunto
y entonces
justo Ahí
cuando nuestro fervor se agranda
Descubrimos la Verdad de los tallos:

tallos tallados en grietas multiformes
del Vidrio resquebrajado
del Espejo Brillante que es la realidad
la que reflejará tu rostro
con el que medirás por el resto de la Eternidad tu vida
en Junio
junio 16 de 2007

EPITAFIO

“Vives hasta que te mueres y poco importa cómo te mueres”
Truman Capote

una sola vida e infinitas posibilidades de morir
en formas dolores y amores

no existe manera de elegir en esta colección
a no ser aquella que no puede ser
nombrada
puede ser trágica o indolora en profunda soledad
o inexorablemente rodeado de todo
tipo de seres
siendo un mísero pordiosero o un exquisito y fastuoso acaudalado
puedes morirte de la dicha o de la vergüenza o, por qué no, de las ganas
puedes ir al baile todo lo que desees
aunque y sólo por una vez
tendrás que irte al hoyo
no será indulgente así estés pasado de kilos
no te preocupes en perderlos

nunca parará y mirará si fuiste un padre ejemplar
un sabio o un inútil Narciso,
pues tendrá la misma indiferencia
así hubieses vivido en
las tinieblas de la ignorancia y la megalomanía
buscará que mientras estés vivo experimentes toda una gama de enfermedades
afecciones y sensaciones que en verdad créeme
no necesitarás una segunda oportunidad
Nadie la consigue
Nadie sube al cielo
en fin sólo te despertarás cuando tengas la total certeza que vas a morir
y ya estarás agonizando

¡oh Piadosísima Parca!
que arrasas con amigos y enemigos
que nunca recibiste clases de urbanidad ni etiqueta
poco importo yo y mi vida
pero a ti mi única aliada te pido un favor
Sé buena y sorpréndeme…
Igual la gente se seguirá muriendo
diciembre 24 de 2005