El Séptimo día

Cuento Ganador del concurso "El afecto en la familia"
Categoría Juvenil
Por Diana Liseth Loaiza, estudiante del Idem Bul

Al principio Lilibeth creció y observó a un ser sincero, cariñosa y con unas
manos transparentes y maravillosas que la acariciaban y la acunaban contra su
pecho, la amaba y a su lado otro ser maravillosos que la miraba con ternura y
le brindaba seguridad y este ser también la amaba. Vio Lilibeth que estos dos
seres eran buenos con ella y a la primera la llamó mamá y al segundo lo llamó
papá y así germinaría un lecho de amor; y así se completó el primer día.

La niñez de Lilibeth siguió corriendo entre risas, cantos y juegos y conoció otros
seres diferentes a ella, pero parecidos en estatura, en una nueva casita
llamada escuela y allí miró seres amables y no tan amables, que la aceptaron y
otros se burlaban de su cabello largo, en su mirar y por primera vez
experimentó soledad. Y al regresar a su casa observó que uno de los seres ya
no estaba, le contaron que caminando por una calle alguien se lo llevó para
nunca regresar y vio como este suceso cosechaba tristeza, en aquel instante
conoció el dolor y aprendió a diferenciar lo bueno de lo malo, la luz de las
tinieblas; y así se completó el segundo día.

Lilibeth pensó en reunir en un solo lugar de su corazón el dolor y en el otro
lugar el amor, y al dolor lo llamó soledad y al amor lo llamó mamá; y vio Lilibeth
que esto le hacía bien, y así se completó el día tercero.

Pero la vida le hacia otra mala pasada, ese espacio de su corazón llamado
amor, también le abandonaría sin darle ninguna explicación, y así Lilibeth
quedaría totalmente sola a la deriva, a merced de la oscura noche que la
absorbería en su manto de tinieblas donde se quedaría, sin poder volver a ver
la luz del día; y así se completo el día cuarto...

Lilibeth una mañana sentada en su cama metida en sus sentimientos,
aprisionada en el dolor, decidió no dejarse caer y empezó a luchar por su vida y
su futuro. Pero poco a poco los monstruos terrenales que la acompañaban se
fueron acercando a su mundo, Lilibeth no los deshecho de su vida, solo trataba
de aprender un poco de ellos pero observó que no eran tan buenos y solo veía
como se multiplicaban dañando su vida sin compasión, pues Lilibeth en medio
de su nostalgia terminó envuelta en un desgarrador dolor cortante de anhelos y
tejedor de miedos, y poco a poco se le iban acabando las ganas de vivir no por
el mundo sino por ella que se estaba dejando matar por factores externos y
ahora los sueños que algún día tuvo son deshojados y sus lamentos no
escuchados; y así se completo el día quinto.

Pero Lilibeth en medio de su desolada confusión, y después de que le hubieran
quitado su sentir y arrancado de sus entrañas los motivos lindos de vivir,
encontró una ilusión a la cual aferrarse, tal vez un ángel o tal vez un simple
hombre que le regaló las ganas de volver a soñar, con sus manos limpias y su
corazón sincero le enseñó que había razones para vivir y seguir tejiendo una
vida hermosa con base en su dolor y su soledad para poder fecundar felicidad
y Lilibeth creyó en ella misma; y así se completó el día sexto.

Y dos almas se unieron moldeando su afectividad con el transcurso de su
crecimiento interior, pero Lilibeth observo cómo se encontraba inmersa la
imagen que algún día tuvo sobre su familia en su infancia, y así quedo sellada
por hilos dorados una nueva promesa de amor.