La Carreta o la trashumancia de los sueños

"Necesito el ensueño, lo fantástico
admiro las sillas japonesas
porque han sido hechas para no sentarse en ellas"

Cualquier día La Ceja del Tambo fue asaltada por el sueño, la poesía, la música, dos hombrecitos vestidos de negro alteraban el tranquilo discurrir de la vida, una tarde de domingo en la plaza principal; sus rostros pintados de blanco, encendían de colores las caras de los niños que asombrados y sonrientes, interpretaban cada gesto, cada expresión, cada movimiento, de estos frágiles ilusionistas que silenciosamente reinventaban la vida. Asistimos embelesados a las pompas fúnebres de una pulga, y saltó como un resorte la risa, incontenible, sacudiéndonos;participando de esa fiesta colectiva donde el mendigo, el malandro, el policía, el niño, la señora rica, se unen en una única y común carcajada para celebrar el milagro de la vida, así lo ha entendido darío Soto, Director fundador, junto al popular Alvaro "Pichi" Miranda, de este hermoso grupo de titiriteros, donde también son responsables de la utopía, el incomparable Guillermo "Tato" Flórez, su contraparte Nury Flórez, y el talentoso percusionista Lizandro Polo, duendecillos todos, de la poesía, la llama inextinguible de la alegría.
Los encontré en Santa Fe de Bogotá, en esta ciudad de congresos que parece una adusta señora envuelta en su rebozo negro, bajo una lluvia pertinaz; me asaltó en una esquina de la monumental Plaza de Bolívar, el sonido de guasois, la sensualidad de las gaitas, el inmemorable redoblar del tambor, la flauta de Millo, convocando a la fiesta interminable, el olor del tamarindo que te impregna el corazón. Y cruza el Palacio de Nariño, donde Maripaz sonreía confiada, desde una pequeña ventana de su inconmensurable casa.
Trasegando largos caminos, llegó la Carreta, cargada de fantasía al 1er. Festival Internacional de Títeres, "La bufanda del sol", emparentados la pudorosa Ceja del tambo y la desbordada Barranquilla, arribaron a representar la provincia, en sincera competencia con Rumania, Indonesia, Chile, Ecuador, Argentina, entre otros, y convencieron a un público exigente, restituyéndoles (a los adultos) el perdido reino de la lúdica, el juego, única posibilidad de combatir en un país, donde los hombres grises están empeñados en robarnos el tiempo de la fiesta, cambiar nuestros juegos seculares, por guerras fratricidas, por una realidad que quiere con sus inquietantes monstruos: EL HAMBRE, LA PESTE, LA DESOLACIÓN, devastar el insustituible reino de LA FANTASÍA.
Los niños iluminaron como pequeños soles los días siempre plomizos de octubre, en este encuentro de titiriteros, participaron de las rondas, canciones, zagalillos, que llenaron de música todos los rincones de la ciudad.
Con sus títeres de guiñol, La carreta presentó "Pin Pón Felicidad", afortunado trabajo donde se alían la Pantomima, los títeres, la música para ofrecernos un espectáculo rico en matices, con un excelente manejo de la técnica y una historia que, por su sencillez, resulta cautivante, allí está la Señora Taza, contoneándose como una negra cumbiambera, cuidando celosamente su pequeño jardín; el gusano, mirando apetitosamente las frágiles flores, el noble girasol desprendiéndose generosamente de sus pétalos, para que PINPON y Felicidad, terminen la creación de su gigante con corazón de títere, las cantinelas, que al unísono entonaron los niños... en fin, esa posibilidad de soñar que nos brinda "La Carreta".
¡Bravo por los muchachos de La Ceja del Tambo y Barranquilla!