El secuestro: Crimen atroz

El secuestro es, sin duda alguna, el más abominable y el más ruin de los delitos; es un crimen que tortura despiadadamente a la víctima y a sus familiares, tortura física y sicológica que se hace fríamente calculada, día a día, noche a noche, gota a gota, con el más refinado cinismo. Tortura que deja en la víctima, cuando sale con vida del suplicio, un trauma sicológico imborrable.

El secuestro es un crimen humillante pues, además de someter a la persona a la voluntad del criminal, en él se sufre la humillación del condenado a muerte que, con el dogal al cuello, no aspira a más que un poco de misericordia.

En el secuestro se padece la más larga agonía; agonía que sufren por igual la víctima y sus familiares.

Y es más: el secuestro es un acto terrorista que, como tal, le hace un gravísimo daño al cuerpo social. Razón por la cual este crimen además de buscar fines económicos, busca fines políticos en la lucha para la desestabilización del sistema. Como acto terrorista tiene una repercusión socio-económica desastrosa: el secuestro ahuyenta la inversión y la disminución de la inversión aumenta el desempleo, y disminuye la producción. El aumento del desempleo genera más violencia. Así se establece un círculo de horror y crimen que envuelve a toda la sociedad. En resumen, el secuestro es un cáncer que destruye el cuerpo social, atacando violentamente una cuantas células.

Este horroroso crimen que irrumpió en Colombia en la década de los setenta se ha multiplicado en forma alarmante, tal como lo comprueban las siguientes cifras: en 1987 secuestraron 248 personas, en el 88 a 683, en el 90 a 12000, y en el 91 a 1413. Esto nos indica que en los últimos cinco años el número de personas secuestradas anualmente se ha quintuplicado. Fenómeno único en el mundo ¡Qué horror!

Para que un crimen se multiplique en la forma como lo ha hecho el secuestro en Colombia, tienen que haberse dado algunas condiciones muy especiales para ello. Efectivamente, son muchos los factores que han contribuido a formar el clima propicio para la multiplicación del secuestro. Algunos de ellos son:

Encontró unos dirigentes políticos y sociales completamente envilecidos cuyas metas sólo han mirado hacia el dinero y el poder. Para ellos los problemas como el secuestro, poco han importado.

Encontró una democracia anarquizada, con unos gobiernos que han descuidado completamente los crímenes que no tienen que ver con las drogas. Gobiernos que han actuado como simples testigos impotentes.
Encontró unas fuerzas de seguridad totalmente impreparadas para controlar esta nueva modalidad delictiva. Razón por la cual de diez personas secuestradas, la fuerza pública libera sólo una; a las otras nueve sólo les queda la alternativa de pagar por su libertad o morir.

Encontró una sociedad que, además de estar en un estado de total indefensión, está envuelta en una cultura hedonista que la mantiene desunida y en una precaria sensibilidad frente al secuestro. Una sociedad que parece haber perdido su capacidad de reacción ante la monstruosidad del secuestro; una sociedad que tirita de miedo, pero no reacciona porque parece ser que el silencio de sus dirigentes le haya indicado que tiene que admitir ese flagelo en la vida nacional. Una sociedad acobardada y cobarde que no denuncia la mayoría de los secuestros, unas veces por temor a las represalias, y otras, por desconfianza a los mismos cuerpos de seguridad.
¿Hasta cuando será la vida humana una mercancía de negocio en nuestro país?
¿Hasta cuando el secuestro, el chantaje y la extorsión seguirán constituyendo las vías toleradas de enriquecimiento en nuestro país?
Cuando se escribe alertando a la sociedad, al gobierno y, en general, a los dirigentes políticos y sociales sobre el pavoroso estado de degradación y desprecio de la vida humana, parece que se pierde todo esfuerzo pues hay cierta indefinida tolerancia o desidia para atacar el más cruel de todos los crímenes como lo es el secuestro.
Si la libertad es el mayor bien que se nos ha sido dado a los hombres, hay que tratar de crear una conciencia nacional que la garantice; una conciencia nacional que repudie con todas sus fuerzas y por todos los medios a su alcance el más atroz de todos los delitos: el secuestro.