Un capitalismo social y ecológico

El comunismo murió, y su muerte fue causada por el rotundo fracaso de su filosofía materialista que le permitía al Estado pisotear al hombre. Un Estado manejado por una camarilla gubernamental que quiso hacer del hombre un simple instrumento del desarrollo. Hoy sabemos que esa filosofía sólo trajo pobreza, desolación y anarquía a todos los pueblos que la adoptaron.
Acabada la guerra fría por la muerte del comunismo, sólo queda en el panorama mundial el sistema capitalista. El capitalismo, mediante la libre empresa, ha obtenido los más grandes avances socio-económicos en el mundo. Sin embargo, ese capitalismo, con la muerte del comunismo, puede sufrir una mutación para convertirse en un capitalismo felino que vuelva a hacer del hombre un simple instrumento del desarrollo.
Hay que tenerle miedo a un capitalismo desalmado e incontrolado, para el cual el dinero sea el supremo bien; a un capitalismo que, al igual que el comunismo, sólo busque por cualquier método el todo poderoso progreso, y adopte sus estrictos preceptos; “siempre más, siempre mejor, siempre más rápido” sin importarle los efectos inhumanos. Ese capitalismo crea unos desequilibrios sociales incontrolables, que envenenan las mismas fuentes de la solidaridad social.
Otra de las consecuencias que trae los excesos para obtener el “supremo bien” entronizado por el capitalismo felino, en el deterioro del medio ambiente.
El progreso económico como finalidad en sí mismo puede irse contra la misma vida humana. Por ello es necesario una sabiduría que limite la ciencia; una energía espiritual que mantenga bajo control los riesgos de una eficiente tecnología, y una limitación ecológica en la industrialización que preserve el medio ambiente para la vida humana.
Ya se sabe de fenómenos como el efecto invernadero; el agujero en la capa de ozono, las mutaciones climáticas, los residuos contaminantes etc, etc; fenómenos que son la consecuencia de unas técnicas incontroladas. El filósofo Friedrich Schlogel dice que la actual sociedad de progreso se dirige hacia la autodestrucción.
El desarrollo hay que buscarlo mediante una economía de mercado, pero dentro de una filosofía que no convierte el progreso técnico en un valor absoluto; mediante un sistema capitalista de corte social y ecológico en el cual se busque un equilibrio entre los intereses del capital con los intereses sociales y ecológicos.
La decencia, la ayuda mutua, la honestidad y la justicia social deben ser virtudes básicas del capitalismo post-comunista.