en la siesta
colgada del medio día
agitado por los duendes
del viento
en el parque central
el lugar de todos los días
olorosos a orines
del siglo diecinueve.
Mi rostro,
esos ojos escindidos
a la terquedad de otro
tiempo
Viento de siempre
duendes de entonces
a los que descubro
borrando mi imagen
de un preexistente espejo