Dedicatoria

Por Pbro. Antonio Ángel V.

Amado Padre Nazario, reverendos Hermanos, Señores:
La sociedad de ex alumnos del Colegio Gutiérrez González, nos reunimos aquí bajo los auspicios de la Santísima Virgen de Chiquinquirá, para dar cumplimiento a los dispuesto en el Acta Nº 5, del mes de junio de 1953, la que en uno de sus apartes dice textualmente: Sugerencia primera. A consideración fue presentada una, por el ser. José Ángel U. en el sentido de crear por la Sodalce, la medalla al Mérito, por grandes servicios prestados a la Comunidad de los Rdos. Hnos. Discutida ésta, en una y otra forma, se aprobó y se acordó que ésta se creace y que su adjudicación fuese hecha por la Sociedad en una fecha acordada por ella, no siendo únicamente para un exalumno o alumno, sino que puede ser, para uno de los mejores benefactores del Colegio. Posterirmente en la reunión del 5 de febrero de 1954, la Sociedad acordó por unanimidad, conferir dicha distinción a vos Padre Nazario, porque habéis llenado plenamente el ideal de aquellos que la crearon.
Vos sois el primer cejeño exaltado a la dignidad sacerdotal, cuya formación se inició en este colegio, primer Presidente de ls Sodalce, Profesor profundo, escritor correcto, etc., etc.
Era el año 1901, cuando llegaron los Hermanos a La Ceja, merced a la generosidad de la Señorita Genoveva Jaramillo, a los esfuerzos del Padre Tiberio de J. Salazar y de otras personas que con generosidad y abnegación colaboraron con él.
La joven institución fue severamente probada por la Providencia, pero con la piedad y abnegación que le son propias, logró triunfar. Pasados 18 años de ruda labor, empezó al fin la exuberante cosecha.
Cuánta no sería la alegría e íntima satisfacción de vuestros formadores, de vuestros buenos y piadosos padres, familiares y amigos cuando en la mañana del 5 de abril de 1.919, el pontífice tomando vuestras manos entre las suyas, las consagró con el óleo santo y sucesivamente os fue confiriendo el poder de celebrar la Santa Misa, tam pro vivis pro defunctis, de perdonar los pecados, de bendecir y predicar? Por el hecho mismo fuisteis transformado en otro Cristo y os colocasteis a la cabeza de otros muchos cejeños que con el tiempo habríamos de seguir vuestro ejemplo consagrándonos al Señor.
Vuestro ministerio Sacerdotal lo habeis ejercido con lujo de competencia y de piedad, ya como coadjutor en las parroquias de Abejorral y de Sonsó, ya como párroco en Girardota, Rionegro y Retiro amen de otros cargos, en los que os habéis captado el cariño y la admiración de todos, por vuestra aquilatada piedad, por vuestra atrayente sencillez, por vuestro singular dón de gentes y de una manera especial, por vuestra erudición profunda y universal.
Con celo infatigable, os habeis propuesto cumplir el precepto del espíritu santo expresado por Malaquías con las siguientes palabras: “labia enim Sacerdotis custodien Scienciam” (2-7). Que los labios del sacerdote guarden la ciencia, tanto os habeis afanado por adquirirla y comunicarla, que fácilmente podemos poner en vuestros labios las palabras del sabio: “Por esto oré y me fue dada la prudencia. Invoqué al Señor y vino sobre mí el espíritu de sabiduría, y la preferí a los cetros y a los tronos y en comparación con ella tuve en nada la riqueza. No la comparé a las piedras preciosas, porque todo el oro ante ella es un grano de arena, y como el lodo, la plata ante ella. La amé más que a la salud y a la hermosura y antepuse a la luz su posesión, porque el resplandor que de ella brota es inextinguible. Yo me gocé en todos estos bienes porque es la sabiduría quien los trae, pero ignoraba que ella fuese la madre de todos. Sin engaño la aprendí y sin envidia la comunico y a nadie escondo sus riquezas”. (Sab 7-7).
Apenas estudiante, empezasteis a comunicar la ciencia, en brillante profesorado entre vuestros mismos compañeros, para continuarlo después en ambas universidades y principales colegios de Antioquia. Habéis dictado con competencia insuperables las más difíciles asignaturas: el latín clásico y la física, las matemáticas y el hebreo, el francés, el inglés, la historia de Colombia, materia en la cual domináis las fechas de los acontecimientos y las genealogías de los personajes.
A pesar de vuestra modestia, habéis colaborado con éxito rotundo, en los mejores periódicos y revistas, siendo vuestros favoritos la revista de la Universidad Pontificia Bolivariana, el boletín Arquidiocesano, que bajo vuestra experta dirección ha resucitado pleno de actualidad y de interés. La revista “Sé Apóstol”, el Boletín del Seminario, y además de otros muchos habéis sido el alma de nuestra bella revista “El Cocuyo” que tanto lustre está dando a nuestro Colegio y a nuestra querida patria chica.
En esos magistrales artículos, no sabe el lector qué admirar más, si la variedad de las materias que trata, o la profundidad y la belleza de la forma, comparable solamente con la de los clásicos de la edad de oro.
Pero si es deleitable leer vuestros escritos, no menos sabroso es escuchar vuestras conversaciones. Ellas son como una cascada de ciencia. Con el mismo esfuerzo que os exige una alegre y sonora carcajada, pasáis a hablar, de una a otra materia, alternando con admiración os más diversos temas como son: la filosofía, la botánica, la historia, etc., etc.
Ellas son modelo acabado de lo que los pedagogos han llamado centros de interés.
Quiera Dios conservarnos muchos años al Padre Nazario, para que nos siga deleitando con su ciencia y dirigiendo con su sapientísimo consejo.
Idea genial fue la de los Rdos. Hermanos, Alejandro y Abel, de fundar una asociación de antiguos alumnos del Colegio. Su conveniencia salta a la vista.
Verificada la primera reunión, por aclamación nombramos al Padre Nazario su primer Presidente, puesto que aceptasteis agradecido y desempeñasteis con solicitud digna de imitarse. Erais matemáticamente puntual a las reuniones y para hacer éstas más amenas y atrayentes, dictabais siempre una erudita conferencia. Desempeñabais las comisiones que se os encomendaban con pulquérrimo esmero. Después de vuestra separación, nos habéis seguido estimulando para que ella prospere.
Finalmente amado Padre, acepte éste homenaje, sencillo pero cordial y tributado a vuestro Sacerdocio, a vuestra ciencia y a vuestros incontables méritos.
No hemos querido manifestaros nuestra admiración, cariño y gratitud, sólo con palabras sino con una íntima satisfacción prenderemos en vuestro pecho la primera medalla del mérito establecida por nuestra Sociedad, para conferirla a sus grandes servidores. Esperamos que ella sea para vos, augurio de otros muchos triunfos y coronas. He dicho.