OTRA VEZ

(El Lábaro Nº 30, agosto 23 de 1930)

Señor Cisne Negro:

Ausente de mi parroquia en estos últimos días, por mandatos imperativos de la actual crisis, que nos obliga a vivir en continuo movimiento, en carro con llaves abiertas no había contemplado las columnas de El Lábaro desde las cuales Nivelador y el Señor Alcalde disparan toda su artillería sobre ti pobre cantor del valle. Aún no he podido averiguar quién eres, ni que alma encarna en ti, pero eso no me importa; continúa en la sombra que a veces en ella se ve mejor.
Si no fuera por la cabeza de acero que demuestras tener, ya tu blanco cráneo estría brillando en las almenas de la Alcaldía para satisfacción de los vencedores.
No alcanzo a explicarme, mi querido Cisne, como has soportado semejante lluvia de balas sin caer en tierra. Esa lluvia de adjetivos de “embustero, calumniador, injuriador, burro, tonto, etc, que oyes silvar en los artículos de El Lábaro y en Cafés, son prueba evidente que tu crítica se ha hecho sentir.
Y tanta bulla y tanta alharaca me pregunto yo? Por qué? Porque el cotorro se alborota con tales ímpetuos? Sólo tu índice señala con la desnudez y la fuerza de la verdad males que todos conocen, que todos presencian. Que se juega en el Club G. G., cantidades mayores que las que un hombre prudente arriesga por diversión, quien se atreve a negarlo? Y quién es capaz de afirmar que la mendicidad y la embriaguez no se salen de lo natural?
La ausencia, Señor Cisne, de las nociones de lo que es cultura hace creer a algunos que la reunión de diez o quince individuos para beber desmedidamente y jugar más de lo que lícitamente, pueden comprometer, es un centro moralizador del individuo.
Qué acto ha realizado el Club G. G. que pueda mostrarse como signo indicativo de cultura? Ha fomentado el civismo, el amor al terruño? Está suscrito siquiera a una mala revista? Qué iniciativa a salido de allí? Nada. Ese es el centro de la cultura actual, allí es donde el visitante ha de conocernos, éste es el centro para auyentar la monotonía habitual de este pueblo, ese es el motor que ha de impulsar la corriente civilizadora a todos los rincones de la sociedad, ese es el lugar donde se preparan menores de edad para representar esta población en un futuro no muy lejano. No creas que soy enemigo de estas asociaciones, que soy un moralizador, no, únicamente soy enemigo de la degeneración a donde dejan llegar esos lugares.
Es tal el amor que el Club G. G. le tienen nuestras damas que a una de ellas le oí esta expresión “Quisiera ser hombre para prenderle una mecha a esa madriguera” y a fe que ella tuvo razón al expresarse.
Nadie niega las pruebas de caballerosidad y de cultura de nuestro Jefe Municipal y su amor por el embellecimiento del pueblo, pero no todo se puede manejar con guante blanco, ni podemos ver impasibles que a la vez que progresa materialmente, los vicios progresen y no se aplique el remedio que los contenga.
Hasta la vista.
Aguilucho.