Crónicas y anécdotas de don Tomás Bernal

Quisimos hacerle una entrevista a don Tomás. Cejeño de pura cepa, para que nos respondiera un cuestionario, pero él, con su característica sencillez, nos dijo que antes que hablar de él o de sus opiniones, prefería relatarnos algunas apuntaciones referentes a su padre, don Juan Pablo Bernal Bernal, quien fuera nervio central de la vida social e institucional de La Ceja durante toda su vida (1893-1960). Precisamente este año se cumplió el centenario de su nacimiento.
Don Juan Pablo, mi papá, nos dice Tomás, fue alcalde, personero y concejal prácticamente vitalicio, de La Ceja. El fue uno de los fundadores de la revista “El Cocuyo”. En esa creación lo acompañaron, especialmente, José Ángel Uribe y Darío Rodas. Estaba encargado de la financiación don Jesús López, dueño de “Publicidad Ultra”.
En compañía del Padre Jesús Antonio Arias, cura párroco, fundó el asilo “Santa Ana”. Nos cuenta Tomás que cuando el padre Arias le propuso a su papá que fundara un asilo, éste, un poco sorprendido le preguntó: ¿¡Padre Arias, por Dios! Usted tan pobre y yo, que tampoco tengo dinero, con qué vamos a fundar un asilo? El padre Arias, en respuesta, le entregó una libreta, lo nombró síndico y le dijo que anotara la primera contribución: un billete de diez pesos que el donaba. Así nació el asilo “Santa Ana”.
Tomás nos hace un paréntesis para contarnos que el Pbro. Jesús Antonio Arias era una persona muy humilde y muy pobre. Sin embargo, cada año cumplía con su deber de hacer la declaración de renta. Cuando entregaba su declaración al recaudador que llamaba Tomás López, le decía: “Tomasito, aquí te traigo mi declaración de renta!. Y juro que nada de lo que está ahí, es verdad!”.
Otra de las obras lideradas por mi papá fue la creación de la sociedad “Energía Eléctrica de La Ceja S.A.” la cual se encargó de la construcción de la hidroeléctrica del rio Piedras. En ese entonces la carretera hacia las Piedras sólo llegaba a la Esperanza, de allí en adelante hubo necesidad de utilizar un tractor para remolcar los dos generadores, uno de 250 KVA y otro de 350 KVA hasta la planta. Esta obra fue fundamental para el desarrollo de La Ceja. Infortunada la sociedad se liquidó y la planta fue vendida al EDA. Esta planta sigue prestando un magnífico servicio pues durante el apagón del año pasado, los usuarios tuvieron el privilegio de no tener razonamiento.
Don Juan Pablo contrajo matrimonio con doña Rosa María Londoño de cuya unión son sus once hijos: Antonio José (el primogénito falleció de un año), María Magdalena (Salesiana), Antonio José (Pbro. Jesuita), Tomás José, Rosa María, Juan Pablo (q.e.d.), Alfredo de Jesús, María (q.e.d.) Bernardo de Jesús, Marta cecilia, Germán de Jesús (Jesuita).
Para terminar, don Tomás nos dice que él añora los tiempos de su juventud, especialmente por la tranquilidad como se vivía en La Ceja. En esa época la policía, que era municipal, estaba muy integrada a la sociedad, al punto que mi mamá nos mandaba buscar con el policía más famoso que tuvo La Ceja: Adriano Ríos. Todos queríamos y respetábamos a la Policía. Era una institución integrada a la comunidad para servirle a la misma.
La Ceja, nos comenta, esta muy cambiada: hoy es una comunidad de inmigrantes pues los cejeños de pura cepa somos minoría.
Cuando éramos niños la vida en La Ceja tenía menos comodidades materiales pero el ambiente de paz, de tranquilidad y de quietud, sin esa carrera loca por consumir más y más, daba a la vida un encanto de plenitud.
Ilustra la anterior afirmación con la siguiente anécdota: Don Eugenio Bernal tenía la Droguería Colombiana, situada en la mitad de la cuadra, y en la esquina estaba la farmacia de don Suso Chica. Cuando don Eugenio se sentaba en un taburete recostado en una de las puertas y llegaba un cliente a preguntarle por algún remedio-aceite castor- él, por pereza de pararse, le contestaba que sí lo tenía pero que donde don Suso, en la esquina, lo conseguía mucho más barato.
Y continúa Tomás, contándonos que Camilo Ángel, hijo de don Luciano, era un jugador empedernido. Después de toda una noche de farra y de haber perdido todo lo que tenía, cuando se dirigía, a las 5 A.M., para su casa, se encontró con el Padre Piedrahita, quien lo inquirió así: ¡Camilo, jugando ¡noo!? A lo cual contestó Camilo: “Padre: Usted y yo nos vamos a tener que ir de este pueblo por la sencilla razón de que a Usted ya no le creen y a mí ya no me fían”.
Ahora que tenemos tantas elecciones Tomás nos recuerda que, en ese entonces, en los días de votación no se permitía salir a la calle a los niños ni a las mujeres.
Cuando nos cuenta que la carretera al río Piedras la construyeron a pico y pala, nos recuerda que también había muchachas de pico y pala. Si, de pico y pa la...,
Y, por hoy, yo me callo mi pico.