Nuestras madres escolares

No dejo de admirar la belleza de nuestras mujeres, sin importar el color de la piel, las formas de sus cuerpos o la edad; pero más admiro el tesón con que van levantando sus hijos a fuerza de lidias, demandando a los padres para que respondan al menos por los alimentos, llevándolos sagrada y puntualmente todos los días a la guardería y al colegio. Las veo pedaleando sus bicicletas con el hijo en la barra y parezco ver en ellas la bondad de un Dios que se apiada de sus equilibrios de miel y de oro. Nuestras mamás son tan valientes que bien vale la pena compararlas con las heroínas de las batallas ancestrales, en las que se disputaba el fuego, el honor, la libertad y el alimento….sino fuera por ellas a lo mejor nuestros niños desertarían fácilmente de la escuela.

Me lleno de asombro cuando las veo ante la puerta del colegio inclinarse para limpiar los zapatos de sus hijos, componer finalmente su uniforme y el peinado, para que ingresen pulcros a la escuela…y luego despedirlos con una luenga bendición que se extiende desde su mano y solamente es interrumpida por la puerta que se cierra una vez el niño entra al salón.

Nuestras madres escolares merecen un himno de admiración. Ellas se gradúan a la par que sus hijos pero ninguna institución les otorga diploma al menos de paciencia por tantos desvelos durante todo el año escolar. Cómo pagarles tanta entrega?... sinceramente no alcanzaría el oro del mundo para premiarlas por el almuerzo calientito del medio día; por la composición de la lonchera en la mañana, la que siempre recargan con alguna golosina; por las comidas de la tarde; por el cuidado impecable con los uniformes; por los ruegos de principio de año que les toca suplicar un puesto en el mejor colegio que ellas creen….es una lucha sin par y sin cuartel, la que libran nuestras madres escolares, día tras día, año tras año.

Las veo dobladas su espinazo en la mesa del comedor orientando las tareas y siento un espasmo de admiración. Los papás poco se dan cuenta de esta labor, llegan cansados a ver la televisión; pero mamá regresa exhausta del trabajo, se cambia su ropa, y sin tomar siquiera una taza de aguapanela, le preguntan al niño, cómo le fue, venga revisemos qué tareas tiene para mañana, de dónde recorto el mapa de Colombia, dónde hay una foto de Cristóbal Colón, qué se hizo el Colbón, por qué trajiste un zapato sin cordón. No descansan nuestras madres escolares hasta no comprobar organizado el morral del niño. Valdría la pena, dedicarles un día, si no se puede nacional, al menos local, para que presenten sus propias pruebas ICFES a la paciencia, a la entrega, al sacrificio y junto con sus hijos se puedan graduar como mamás ejemplares.

En los trabajos, ya entiendo por qué saben tantas cosas; es que se han visto obligadas a consultar las enciclopedias, a indagar por lo que los maestros no indagan, a premeditar lo que muchos no alcanzamos a premeditar; por eso hay que tenerles mucho respeto, mucha admiración y ser concientes en nuestros trabajos de que no trabajamos con mujeres cualquiera, que compartimos nuestras eras, nuestros escritorios, nuestros mostradores con mujeres, madres escolares que por sus hijos se la juegan toda, con tal de verlos salir adelante.

Empezamos un año escolar, y con el mismo ímpetu que empiezan las madres escolares con ese mismo entusiasmo terminan, y así las criticamos….por favor; qué fuera de nuestras instituciones escolares sin ellas, vigilantes, adustas, llenas de sensibilidad y amor por el colegio que les ha abrigado a sus hijos y que los preparan para la vida; por eso es que les duele cuando le hablan mal de sus hijos, porque para ellas, el cuento de formarlos demanda demasiados sacrificios; madrugar, trasnochar, hacer economías para un lápiz, vigilar con escrupulosa medición sus uniformes, ayudarles a cultivar cuentos y tesoros en sus cuadernos de orejas paradas; recibirlos en la puerta del colegio con un abrazo de alegría y una bendición abierta como el mar.

Qué gran tarea la de nuestras madres escolares; me inclino humilde ante su hermosa misión de conducir sus hijos por el camino del bien; no hay ninguna que no merezca mi profunda admiración. Extiendo mis manos hacia ellas porque ante ellas, la creación se inclina.