Los Anselmitos

Para ningún cejeño y no ocas parejas de recien casados éste es un nombre grato al oído y al recuerdo.
Los sobrenombres y diminutivos usados en estos artículos no son apodos despectivos, son de usanza en los pueblos, y de muchas personas del común de la gente no conoce el nombre de pila.
En el siglo pasado (XIX), Anselmo Carmona casó con Concepción Marulanda, y se estableció en un lote de terreno, al sur oriente de la población, distante unos tres kilómetros, por el camino de la Unión, en la margen izquierda. Los linderos aproximados eran los siguientes: De un punto sobre el puente de la quebrada Lomitas, hacia el norte, hasta donde la quebrada cambia el rumbo noroeste; de este punto hacia el oriente, hasta encontrar las primeras estribaciones de la cordillera y de allí, hacia el sur, hasta encontrar un punto en el camino mencionado, unos dos kilómetros del punto de partida. Los vecinos de ese bloque de tierra eran; finca de doña Elvira Abad de González; finca El Carmelo; Filo Bonito, del Dr. Braulio Mejía J.; finca de don Pedro Uribe Arango, estaban en ese lote, además, las señoras Llano, Benjamín Toro y el maestro Félix Valencia, padre de María S. Valencia.
Los hijos de Anselmo y Concepción fueron en su orden, Valerio, Wenceslao, Demetrio, María Juana, Sara y Francisco.
Anselmo Carmona y sus hijos fueron magníficos agricultores, no de otra manera se explica cómo pudieron levantar una numerosa familia y edificar y conservar sus casas en un estado de limpieza y pulcritud que era admiración de propios y extraños.
A principios de este siglo, Anselmo hizo la primera parcelación de tierras a sus hijos, quienes a su vez a hicieron a sus descendientes, formando casi un pueblo, juntos pero no revueltos.
Hoy se puede decir, con Gutiérrez González, en “Aures”:
“Hoy también de ese techo se levanta
Blanco-azulado el humo del hogar;
Ya ese fuego lo enciende mano extraña,
Ya es ajena la casa paternal”.

Por la década del 30 al 40, los Carmonitas tenían sus casas así: Valerio era un hombre serio, pero muy tolerante con nosotros, muchachos inquietos y dañinos; tenía su casa en el extremo oriental, cerca de la cordillera. Pedro, con cariño lo llamábamos Perucho, ocupaba la casa paterna, con un patio empedrado y cercado con tapias. No se olvidan los mangos matasanos ni las naranjas del patio. Vencelaíto vivía en la casa más cerca al camino. El P. Jesús María Piedrahita, cura que fue de La Ceja por 37 años, pasaba allí sus temporadas de descanso y en esa casa murió, y acondicionó una capilla que dedicó a M. Señora de Lourdes, nombre que le dieron a la vereda, pero originalmente su nombre fue Lomitas, por las ondulaciones geológicas. Demetrio, el maestro ebanista, la construcción del templo del Carmen fue dirigida por él y es modelo de artesanía, cuando no se conocían las máquinas para madera. Su casa erala que hoy ocupa la Guardería Canguro. María Juana, “Juanita”, vivía en la Casa del Pino, cerca de la casa madre; nadie olvida a sus hijas solteras, Pachita y Juana María Toro. Sara casó con un señor de Santa Bárbara y nunca vivió en La Ceja. Francisco, “Pachito”, la localización de su casa cerca de la de Demetrio tiene una panorámica sin igual (hoy de la familia López).
Quienes conocimos a los patriarcas hijos de Anselmo Carmona no podemos olvidar su risa franca, sonora y honrada.
Para los que no creen en la herencia humana, aquí se presenta un caso que lo confirma.
En el curato del P. Piedrahita, el organista era don Samuel Bernal P. , padre de Manuel J. y sus hermanos maestros y como únicos cantores estuvieron Miguel, “Miguelito”, hijo de Wenceslao, y Salvador, hijo de Demetrio. Miguel tenía voz de tenor, y Salvador de barítono, con tendencia al bajo. En semana santa y algunas fiestas acompañaban, con la flauta, Suso garcía; el violín, Antonio Bedoya, y la corneta, Ramón Arturo Valencia; además, el Dr. Fernándo RestrepoL., cuando era estudiante de medicina. Nadie olvida a Stabat Mater y las Estaciones de Vidal, ejecutadas por este conjunto. Un coro móvil en Semana Santa, estaba formado por descendientes de Anselmo, entre ellos, que recuerde, Elena, hija de Pedro, y Arturo Toro, matriculado como “Caruso” con toda propiedad. Los hijos de Arturo formaron el trío Oropel, sobre el cual sobra cualquier comentario.
La familia Carmona tenía, entre sus muchas actividades religiosas, el arreglo de El Calvario el Viernes Santo. Desde temprano se traían sauces, eucaliptos, pinos etc., para cubrir totalmente el altar parroquial y dar fondo a El Calvario. El olor que la iglesia tenía ese día, con lo que hoy se llamaría crimen ecológico, no se puede olvidar.
El P. Mario Toro Rodríguez, fundador y párroco de la segunda Parroquia de La Ceja, y el actual alcalde municipal, Dr. Mario José Cardona Toro, son, con esos apellidos, “Anselmitos”. Hasta pronto.