Es sábado y el pueblo está de fiesta

Son apenas las cinco de la mañana y el pueblo empieza a despertar, a desarrugar sus sueños y sus ánimos, a la plaza de mercado empiezan a llegar los primeros camiones repletos de frescos productos de la tierra; el griterío de la gente se confunde con la alegría de un despertar lluvioso, pero no importa el frío ni interesa la tristeza, el día simplemente amaneció invernal, pero por eso no deja de ser hermoso, ALINA debe estar durmiendo todavía pero cuánto quisiera verla en medio de tantos frutos generosos como los que ahora llegan a la plaza de mercado.

Nuestros campesinos del alma tercian sus ruanas y empieza la faena económica del mercado, y es faena porque quien trata de vender busca lograr el mejor precio para sus productos, mientras quien trata de comprar, busca hacerlo a lo más mínimo, pues él también vive sujeto a la ley de oferta y demanda, de ello depende una ganancia, un riesgo económico con el que sustenta a sus hijos y los manda a la escuela.

Me dejo encantar por este frío natural cuando bajan del camión las ahuyamas vivas de frescura y sabor…recuerdo los dulces de mi madre, sus calaos refrescantes hechos con este maravilloso fruto que se derretía en nuestra boca…su dueño las va depositando con cuidado en un rincón del salón, para que no sufran daño, pues de ello también depende un buen precio en los mercados de afuera.

RUBÉN levanta un pesado bulto de papa, quisiera tener su fuerza y su musculatura, pero es que él ha hecho toda la vida ese sagrado oficio y arruma con tanta destreza bulto sobre bulto que pareciera estar construyendo un monumento a la tierra que nos prodiga la vida…quien lo creyera pero coincide tanta monumentalidad con la forma cómo don MIRO distribuye sus guacales repletos de fresas, moras y tomates…

Amanece y la plaza de mercado se llena de fragancias de campo y colores de esperanza…como que las guacamayas se han convertido en vistosos mangos que se ofrecen al público en un canasto ajado por el uso y el tiempo imperdonable….no veo a PEDRO por ninguna parte, pero va siendo hora que abra su puesto de frutas y verduras…toda esta comida, frutos de mi tierra, me convidan humildemente a cerrar los ojos y dar gracias a Dios por tantas bendiciones…qué fuera de nosotros sin nuestros campesinos, sin las bendiciones de sus manos que al juntarlas con la tierra producen tanto alimento y tanta gracia divina….siguen llegando arrumes incontables de repollo y lechuga fresca, de olorosas mandarinas….la plaza se llena de azahares y los racimos de plátanos se disponen igualmente al lado de la papá para evitar ser estropeados antes de empezar las ventas.

...en el ambiente ya las palabras se confunden en varias direcciones hasta no alcanzar a interpretar qué dicen sus interlocutores, pero esa es la dinámica del intercambio…aquí se ofrece de todo y se compra de todo, y tanto el que vende como el que compra sale contento porque así es nuestro mercado semanal…sobre los mismos costales en que trajo empacados sus productos, don JESÚS da rienda suelta a su palabra y ofrece ricuras de la tierra que más bien parecieran caídas del cielo, unas chirimoyas que me hacen agua la boca, grandes y carnosas como los labios de ALINA, las naranjas redondas y jugosas no se dejan apiñar fácilmente, pero finalmente se dejan someter de la destreza milimétrica de quien las ha apiñado por años y años.

...el café también coge rumbo a la bodega y mientras es llevado a las espaldas de hombres corpulentos queda en el aire el olor característico de una buena cosecha, sembrada con FE y recogida con gratitud y paciencia. Oh Dios!...definitivamente el sábado es de fiesta en la plaza de mercado; me permite contemplar la belleza de ALINA en medio de su puesto de trabajo rodeada de los frutos de su tierra; sus tersas manos parecen coliflores, sandías sus pechos y cañadulce sus labios…no soporto mirarla sin dejarme estremecer como el manojo de hierbabuena que todavía reposa en el guacal de sus plantas aromáticas.

Aquí nada es escaso los sábados, hay abundancia y buenos precios, hay sabrosura en el ambiente, la alegría corre como un niño sano de puesto en puesto, porque ya empiezan a llegar los primeros compradores, don Nicanor me antoja de un café recién molido cuya cálida fragancia se escapa de la cafetera y exhorta a los madrugadores a tomarlo en cantidades, mientras tanto sigo esperando a ALINA porque es a ella a quien me gusta comprarle las frutas…mientras tanto contemplo agraciado las decenas de costales abiertos y que exponen al público gran variedad de granos…definitivamente nuestro suelo está henchido de bendiciones, con razón odio la guerra!..son benditas las manos que cultivaron los dorados granos del maíz, el cual al ser vaciado de un recipiente a otro produce un especial sonido que me lleva a los recuerdos del campo, como cuando el viento pasaba por entre las cañas y reproducía la levedad fecunda de la Creación Divina.

…las fragancias del sábado en la mañana le brindan un aire especial a la plaza de mercado, aquí huele a bueno, a verde fresco y honesto, a la mora que se reventó en los labios de ALINA, quien no llega todavía a su puesto de ventas, huele a guanábana y a pera, mientras alcanzo a percibir los pasos de quien espero…no está tarde, pero ya a las seis de la mañana parece que el pueblo hubiera estado despierto desde siempre, los camiones siguen descargando productos y más productos, y todo lo hacen con cuidado, para que el cilantro no pierda su olor característico, ni al apio sus virtudes, ni los racimos de bananos sean estropeados y puedan llegar frescos a las mesas….ya están llegando los novillos y cerdos en canal, vienen igualmente desde lejos, pero los arriman con igual cuidado y esmero, unos hombres de blanco impecable, de rostros silenciados por el frío mañanero, pero tampoco a ellos les importa la lluvia, es sábado y mi pueblo está de fiesta porque es día de mercado!...solo le pido a Dios que cada padre tenga con qué comprar algo, para llevar a la mesa…