La muerte de Mateo

En el velorio de Mateo pudo observarse, sin lugar a equivocación alguna, que no faltó uno solo de los coteros de toda la vida, desde la existencia particular de cada uno de ellos, han animado el mercado del pueblo, desde Rumbera y Galileo, como prototipos del gremio, hasta Los Mudos, Nochebuena, Los Dormidos y otros como exponentes de la nueva generación.
Para los actos fúnebres de su colega de bebetas y revolcadas en la manga de Cachorra, hubo de cargar cada uno dentro de sus haberes, además de una veladora y un ramo de humildes cartuchos, con su infaltable media de alhelí, no sin antes mezclarla debidamente como para que no quedara muy agarrador así vivo y fueran a “ojetearse” al pobre Mateo camino de su última morada.
Mateo había marcado un hito en su trayectoria de vida: desde las primeras horas de la noche iniciaba su recorrido por los negocios de cantina, con el objeto de acumular para sí la mayor cantidad de bebida etílica posible porque “la noche es muy larga y hace mucho frío”, decía, mientras se comprometía con cada tendero a pasar por su negocio a cada rato en son de celador semi-gratuito.
Fue nuestro personaje el iniciador de una colecta entre sus colegas más cercanos, con el ánimo de obtener una imagen de San Antonio, destinada a su culto en un sencillo nicho que hubieron de improvisar en la pared exterior de la farmacia de Don Fabio, sitio habitual de sus encuentros. Su devoción iba más allá de sus creencias y sólo pretendía él que por mediación de del Santo, no les faltara “boleo” porque, según decía, “secos no podemos vivir”.
La fidelidad de sus colegas para con Mateo, pudo constatarse la tarde de las exequias cuando desecharon el descargue de cinco camiones repletos de cemento y abono que hicieron su ingreso al parque pasadas las dos de la tarde, los que tuvieron que permanecer cargados hasta la mañana siguiente porque los coteros estaban de luto por un colega.
A partir de entonces, reanudaron su habitual labor de ubicarse, desde las ocho de la mañana en las escaleras del parque de Fátima, a auscultar entre las pineras que protegen la erosión del alto de “Nano”, con el objeto de divisar el primer camión o mula para descargar así y obtener el dinero necesario para sostener el crónico alcoholismo que a tosos viene aquejando, pero del cual no parecen percatarse, dados los impulsos que a cada momento libre salen por los extramuros de la localidad, llevando su carga de “cocol”.
Son particulares, casos especiales dentro de esta sociedad, el par de mudos que acompañan a los más veteranos en tales “lides”: se trata de dos muchachos privados por completo de su facultad expresiva verbal pero que parecen haber desarrollado plenamente la capaciadad de lenguaje figurado, de tal forma que, entre ellos, se entienden perfectamente cuando de “hablar” de la carga de alcohol se trata.