Los bañaderos

Cuando los llamados veranos tenían la intensidad y duración necesarias para cubrir de sol y viento una vacaciones, tanto en los junios como en la temporada decembrina, veíamos volarse a toda una comunidad entusiasta y alegre hacia los pequeños arroyuelos que circundan y confluyen a la vertiente del “Pereirita”. Hasta hace algunos años, era motivo de desplazamiento a nadar hasta “La Guaira”, “La Quica”, “Los Chorritos”, alrededores del Seminario, lago de Los Salesianos y otros charcos o pequeñas lagunas.
Hoy por hoy, poco puede observarse y disfrutarse de estas sanas diversiones. “La Guaira”, otrora ribera arenosa y cristalina, es sólo un cultivo de truchas de carácter privado; “La Quica” es una sucia cloaca; los “Chorritos” del seminario han casi desaparecido debido a la indiscriminada tala de los bosques del sector. El lago de los Salesianos es un mar de loto y lodo putrefacto, sin acceso.
Pero, además del castigo de parte de los propietarios de los sitios en sí, también hoy sentimos el rigor de inclementes inviernos, atravesados en plenas vacaciones y poco regulados, es decir, es más lo que nos toca ver llover que el tiempo seco de que disfrutamos.
Con los sitios y las condiciones climáticas, necesarios para las prácticas acuáticas, han desaparecido también las condiciones propicias para los paseos de olla, aquellas salidas de día entero por “El Puesto” o por “El Tambo”, “Las Lomitas” o “San Nicolás”, cuando se presentaba un buen feriado y no un enguayabado y aburridor lunes “emiliani”
Consistían estas prácticas en la cocción de una gallina al fuego de secas chamizas en una explanada que contaba con espacio para un “futbolito”, luego el juego de “esconder la correa”, “escondidijos libertados” y un suculento caldo como premio a una fatigosa y asoleada jornada.
Tampoco faltaba el chocolate “parviado”, hecho en el rescoldo que dejara la cocción del almuerzo. A esto se añadía el asado de unos tiernos chócolos, hurtados del cultivo vecino.
Hoy en día, todo es parcelaciones y cultivos industriales, impenetrables por la vigilancia que ostentan. Así, las diversiones tienden a minimizarse y a quedar reducidas a “hacer pereza” en casa, hasta que llegue el próximo puente.